El dinero ya no necesita a la derecha. Emilio Jurado

31/05/2021
AJEDREZ

El dinero, el poder, ya no necesita a la derecha tradicional para casi nada. El maridaje que a lo largo de decenios ha unido a la codicia capitalista con el servilismo tradicionalista anda decaído. Para retener el poder, el sujeto codicioso capitalista sabe que ya no necesita al torpe y crédulo santón respetuoso de mitos y tradiciones que apenas aportan nada a la caja. Si durante años la actitud beata y la mentalidad nostálgica de pasados gloriosos ayudaban a componer el ecosistema capitalista, tal mix de figurones y meapilas ya no suponen para el poder real más que un juguete roto del que resulta difícil deshacerse, se le ha cogido cariño con el paso del tiempo.

El santón y el meapilas, representantes de la tradición religiosa, aportaban comedimiento general y aceptación de los males que la injusticia codiciosa pudiera generar aquí en el reino de la tierra. El hidalgo y el cavernícola traían al ecosistema la templanza con la que soportar los rigores de un mundo desequilibrado que, no obstante, contiene una ensoñación de grandeza pasada que uno de estos días volverá. La religión y la nación son los moldes en los que se contiene toda la sarta de elaboraciones ideológicas cuya única finalidad es mantener y acrecentar el poder de los ya poderosos, y desanimar a los desposeídos.

Pero el binomio de dios y patria para sostener al rey ha dejado de resultar útil. La increíble acumulación de capital producida por los avances de la ciencia, la tecnología y las comunicaciones, ya no encuentra suelo fértil en disponer de sociedades castradas en sus impulsos por motivo de creencias religiosas, ni dispuestas a derivar a los días de gloria el consumo que debiera estar produciéndose aquí y ahora.  El dios y la patria se han convertido en ideas zombies que diría Krugman, pero sus defensores aún no se han apercibido de su deceso. Ni ellos, ni tantos de los que viven de la vida errante buscando seres sanguíneos  a quienes palidecer por succión de su sangre o deglución de sus higadillos.

Una buena parte de la segunda juventud que pasea el tradicionalismo se debe a la promoción que los medios de comunicación airean de manera continuada. Trump, Lukashenko, Erdogan, Orban y algún otro caudillo (tampoco hay tantos) viven un jolgorio continuado sabedores que cada vez que deciden tirarse un pedo, cientos de medios van a recoger el evento, ponerlo en contexto y convocar otros tantos cientos de expertos que van a perorar sobre la importancia, incidencia, etc, etc. Vox, tanto como Q Anon o la liga del norte son fenómenos más relacionados con el amarillismo político que con la reorganización de fuerzas en pugna por el poder.

Y esto ocurre así porque se dan cita el hambre con la ganas de comer. Los detentadores reales del poder ocultan la cuestión principal de su legitimidad a ocupar un centro desde el que se reparte injusticia y desigualdad sin que por ello se vean inquietados por fuerzas fiscalizadoras contestatarias (el hambre), y porque se apoyan en la comunicación de masas que están sobradamente entrenadas en el tratamiento infantil de los hechos sociales (ganas de comer). Cuando el gran codicioso vio por primera vez como se tratan los temas espinosos del amor y la convivencia íntima en espacios públicos a través de programas de realidad corregida (reality shows) pensó que eso es lo que deseaba para su mundo, una versión amarilla de las contradicciones que enfrentan a quienes poseen y a quienes solo dependen.

Eso es camuflaje. La religión y la patria sirvieron como instrumentos de ocultación de los intereses reales durante los momentos de estrecheces que han llevado a la creación de la nación estado como forma de blindar un mercado, y a la fidelización de los sujetos productores y consumidores adscritos al ámbito de mercado nacional (o colonial cuando la expansión ha sido requerida). Pero ya no. Ni la nación otorga una dimensión valiosa para la rentabilización del potentísimo acumulado de capital, ni los sujetos productores o consumidores se identifican y afilian por su partida de nacimiento. No nos engañemos, la derecha circense y los medios corales hacen un mundo en Ceuta, pero el país está siendo felizmente penetrado a diario a través de puertos y aeropuertos, bancos comerciales y fibra óptica que llevan talento y recursos de un sitio para otro produciendo riqueza que casi nadie fiscaliza.

Así es que sí, el dinero, el poder real, juega sus cartas y utiliza a la derecha tradicionalista, la que veremos pronto en Colon de nuevo, como los trileros la bolita debajo del cubilete ¿está aquí o no está aquí? vamos amigo atrévete, ve la sexta y haz tu apuesta. Pero no la necesitan más que para ese arte de birle birloque. El dinero busca mantener alejado el foco de atención de sus asuntos, mientras eso ocurra utilizará a la derecha como capote para entretener las envestidas, pero no es su puntal.

El dinero no necesita a los payasos per se, mirad lo que ha tardado Wall Street en olvidar a naranjito y abrazar al abuelito Biden con su saco repleto de regalos que van a caer en el mismo lado en que cayeron los recortes de impuestos ¿Y aquí, qué vamos a hacer con los fondos de recuperación?

https://nuevatribuna.publico.es/opinion/emilio-jurado/dinero-necesita-derecha/20210530125855188176.html


INOCENTES. Teresa Santos Bernardos

27/05/2021

Como todos los días se levanta temprano. Ha quedado con sus amigos y no le gusta llegar tarde. Nunca lo hace. Tiene bien merecida su fama de chico puntual. Mira su móvil, un poco anticuado, sí ¡ya le gustaría a él tener un “iphone” de última generación! Eso y la moto, que con dieciséis ya se puede sacar el carné. Ambas cosas llegarán, no le queda ninguna duda. Se mira al espejo. Está verdaderamente guapo con ese corte de pelo, rapado alrededor y un poco más largo en la parte de arriba. Hoy toca la camiseta del Barça con Messi a la espalda. Le queda algo pequeña porque está dando el estirón como dice su madre, que le riñe por andar encorvado. ¡Algún día los brazos te van a llegar al suelo! le dice mientras le da unos golpecitos cariñosos en la espalda. Aunque ya casi mide uno ochenta, es el pequeño de la casa y para sus padres siempre lo será Desayuna y coge su mochila. Sus amigos se le han adelantado, cosa rara, y ya le esperan en la calle. ¡Adiós, mamá, que tengas un buen día! La besa y abraza, pero hoy el abrazo parece algo más largo que de costumbre.

Hasta aquí podría ser el principio de un día como tantos otros en la vida de cualquier adolescente del mundo que sale de su casa para ir al instituto. La diferencia está en que Mohamed y sus amigos no llevan libros en la mochila sino trajes de neopreno que no van a utilizar para ir a clases de natación sino para, cuando llegue la noche, cruzar a nado esa distancia azul, fría y salada que separa la pobreza y falta de futuro del deseo de una vida mejor.

Tengo dos hijos que, como Mohamed, también tuvieron dieciséis años, ganas de tener una moto y un móvil más moderno. Llevan su mismo corte de pelo y la camiseta de Messi aún descansa en algún cajón de su cuarto no lejos, quizás, del traje de neopreno cuyo fin sí fue una piscina.

Solo espero que, si algún día uno de ellos llega sediento y exhausto al final de su camino, haya un ser humano al otro lado que sea capaz de calmar su sed mientras le consuela con un abrazo.

A todas esas personas inocentes que están pagando muy cara la sinrazón de los culpables.

Teresa Santos Bernardos – Colectivo Republicano Antonio Machado


Los torturadores y los hombres. Cristina Fallarás

26/05/2021

En España hay varios cientos de miles de torturadores, que sepamos. Son cifras del Consejo General del Poder Judicial, las últimas que me constan superaban los 600.000. Así que ahí está el suelo de la cifra. No sabemos por dónde anda el techo. Ellos, los jueces y sus datos, en realidad se refieren a las víctimas de violencia machista, a las que denuncian, se refieren a las evidencias de golpes, heridas abiertas, violaciones, roturas de huesos, encierros o ataduras en centros médicos o ante juzgados y fuerzas de seguridad. En los cuerpos de las mujeres. Se refieren a las agredidas, pero no suelen referirse a ellos. Conocemos el nombre de las torturadas, pero no el de sus torturadores.

Porque se trata de tortura.

Cuando se decretó el confinamiento fueron ellas las primeras que me vinieron a la cabeza. Sin embargo, inmediatamente pensé en sus parejas, en los torturadores y los asesinos de mujeres. Más de medio millón, bastantes más, en esta sociedad tan próspera y «garante de los derechos» blablablá. Imaginé a aquellas bestias macho encerradas 24 horas al día con sus mujeres. Es como enclaustrar al torturador y la torturada en la misma celda sin ventana día tras día, semana tras semana, mes tras mes. ¡Hora tras hora! Podían hacer con sus mujeres lo que quisieran. Ellas, a cambio, no contaban ni con el magro descanso que les conceden las horas de trabajo o de bar de los criminales.

Levantarte cada mañana aterrada porque el tigre ya da vueltas en torno a ti. Furioso. Encerrado. Encerrada tú. Con todas las horas del día para usar garras, fauces y en este caso cualquier herramienta a mano.

Me sudan las manos sobre el teclado al escribirlo. También al recordarlas.

Se trata de la propiedad. Esos machos crudelísimos tienen una mujer, es suya, y hacen con ella lo que quieren. Para sentir que es suya, que de verdad les pertenece, la someten a vejaciones sin fin. Hay quien dijo que durante el confinamiento bajaron las denuncias por violencia machista, que descendió el número de asesinatos de mujeres. ¿Por qué vas a reventar algo que consideras el ‘punching ball’ sobre el que descargas tu furia? Es mi ‘punching ball’, mi saco, mi fardo. Y no puede salir de aquí. Es mi entretenimiento sádico. Y no puede salir de aquí.

Ah, pero acaba llegando el momento en el que se abre la puerta de la celda. Y algunas, las menos, se atreven a huir. La inmensísima mayoría, otros cientos de miles, más de medio millón, siguen dentro.

Acaba llegando el momento en el que se abre la puerta de la celda.

En solo una semana, esta última, la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género ha confirmado una cifra aterradora: Seis de esos torturadores han asesinado a sus mujeres. Porque ya no eran suyas, porque cabía la posibilidad de que decidieran no serlo. Porque se ha abierto la puerta del encierro.

Durante la última semana, mientras íbamos conociendo esos crímenes, los programas de televisión repetían algunas de las frases del pavor.

César Román, el llamado «Rey del cachopo» que presuntamente descuartizó a su pareja: «tú en la cama serás mi zorrita particular. Solo para mí»; «Eres mía, que no se te olvide»; «Si fuera de casa te portas mal, decidiré cuál es tu castigo»; «Eres mía. Ya eres mía. Que no se te olvide«.

Tomás Gimeno, padre secuestrador en Tenerife y posible asesino de sus hijas, Anna y Olivia, a la madre: «No volverás a ver a tus hijas«.

Conocemos esas frases, esas exactamente, a consecuencia de varios presuntos asesinatos. No conocemos otros millones de frases semejantes que cientos de miles de hombres en España escupen cada día a sus mujeres. Tiene que abrirse la puerta de la celda, tienen que tratar de escapar, tienen que ser asesinadas para que vuelen tales relatos como la flatulencia de una sociedad enferma.

Sabemos lo que sufren ellas, qué espanto, porque las agresiones están descritas en miles y miles de denuncias, de partes, de informes. Sin embargo, ¿qué sabemos de sus torturadores? Apenas una cuestión siniestramente económica: que las consideran de su propiedad hasta el punto de destrozarlas cotidiana y minuciosamente, hasta el punto de poder hacer con ellas lo que quieran, incluso trocearlas y echarlas al cubo de la basura.

Si te vas te mato. Y la matan. Si no eres mía, no serás de nadie, y la matan. Como hables, mato a tus hijos. Y los matan.

Cuando estas cosas suceden, las mujeres salimos a las calles, temblamos de furia y dolor, hemos creado asociaciones para protegerlas, lugares a los que puedan acudir, herramientas si acaso útiles, y qué poco, para las que deciden escapar. Las mujeres nos coordinamos, estudiamos cada caso, elaboramos informes y teorías, creamos organismos, peleamos a gritos para que se sepa, para que nadie pueda decir que no lo conoce.

¿Y los hombres?

¿Qué hacen los hombres?

¿Cuántas asociaciones de hombres existen semejantes a las de las mujeres? ¿Cuántas veces han convocado manifestaciones? ¿Qué instituciones han creado para estudiar por qué sus semejantes en tanto que hombres, los torturadores, se cuentan por cientos de miles?

A veces pienso que de la misma forma que nosotras dedicamos horas y horas a tratar de proteger a las torturadas, enumerar a las asesinadas, describir los mecanismos que laten detrás de cada cuchillada, alguien debería dedicarse a los torturadores. A estudiar sus comportamientos, de dónde viene esa impunidad de propietario, por qué pueden hacerlo. Hace falta muchísimo tiempo, y el tiempo es trabajo (en este caso trabajo no remunerado), para retratar la tortura cuando la tortura es un crimen omnipresente en nuestra sociedad. Necesitamos más manos, más cabezas. No son los militares de una dictadura, no son los sicarios de un cártel, no son los protagonistas de una serie sádica. Son hombres que pasean por las calles de este país, que toman el café en la misma cafetería que tú, que se van de cañas con tu hijo.

¿Qué es lo que no quieren ver de eso? Hablo de los hombres. Y lo pregunto porque doy por supuesto que, en el caso de verlo, estarían movilizándose en plazas, universidades, centros de trabajo, redes, activismos múltiples y contundentes. ¿Por qué no lo hacen?

Debo, quiero, decido suponer que es porque no lo ven. Debo, quiero, decido suponer que es porque se niegan a verlo. En el caso contrario, si pensara que sí lo ven y permanecen ahí esperando que alguna de sus amigas haga algo para solidarizarse, perdería toda esperanza en el futuro de esta sociedad.

Cierro con la pregunta cuya respuesta da escalofríos: ¿Por qué se niegan a verlo?

Los torturadores y los hombres


Feminismo y laicismo: Análisis sociológico desde la época de la constitución del 78 del papel de la mujer determinado por la religión católica en España. Alicia Alcalde Villares

24/05/2021

Para entender la influencia de la Iglesia católica en la construcción social del papel de las mujeres en España tras la Constitución de 1978 debemos retroceder a la determinación de dicho papel por parte del nacionalcatolicismo. El modelo de feminidad que estableció como normativo la dictadura franquista utilizó como instrumentos a la Sección Femenina y a la Iglesia católica. Se adecuó perfectamente a los intereses de ambas y siguió el modelo establecido por la doctrina católica que se basaba en los siguientes principios:

“Las mujeres son inferiores a los hombres por naturaleza. Su dignidad proviene del sometimiento al varón así como la Iglesia se somete a Jesucristo. El modelo a seguir para todas las mujeres es la Virgen María, sumisa, obediente, anulada, que se ofrece como gestante altruista. Su hágase en mí Tu voluntad es la expresión máxima de sometimiento y desigualdad.

El papel de las mujeres, aquél para el que deben prepararse desde niñas y al que deben entregar sus esfuerzos y desvelos es el de ser fieles y amantes esposas y madres, ya que tal como establece el Génesis, la mujer fue creada por Dios para proporcionar compañía y ayudar al hombre.”

Estos principios del modelo de feminidad, donde convergen el franquismo y la Iglesia católica, se articularon en leyes y normas sociales de obligado cumplimiento.

El único matrimonio válido era el católico que además era, por supuesto, indisoluble.

“Las mujeres estaban sometidas en todo a la autoridad marital y eran las encargadas y responsables de mantener la paz del hogar, con espíritu de sacrificio y resignación cristiana como única alternativa si el esposo resultara imposible de pacificar. El adulterio era un delito por el que se condenaba a las mujeres casadas, nada decía de los varones casados, ya que la pena impuesta era en función del agravio que padecía el varón. Hasta 1963 el marido tenía derecho a matar a su mujer adúltera. Por supuesto eran delito el aborto o las prácticas sexuales fuera del matrimonio, así como las consideradas contra natura, que son todas las que no tienen finalidad reproductiva”

La enseñanza, tras el breve intervalo de la II República, retornó a las manos de la Iglesia católica, con hegemonía absoluta. Estaba segregada por sexos y diferenciada para niños y niñas. Según el propio Pío XI no había ningún motivo «para que pueda o deba haber promiscuidad y mucho menos igualdad de formación para ambos sexos». El mismo papa Pío XI en su encíclica Casti Connubi escribía que la emancipación de la mujer «es corrupción del carácter propio de la mujer y de su dignidad de madre; es trastorno de toda la sociedad familiar, con lo cual al marido se le priva de la esposa, a los hijos de la madre y a todo el hogar doméstico del custodio que lo vigila siempre». Los roles diferenciados por sexo debían quedar marcados desde la más tierna infancia y la función de la educación resultaba fundamental.
El franquismo liberó a las mujeres del trabajo para que pudieran dedicarse a su misión esencial: cuidar de su hogar, de su esposo y de sus hijos. Solo era aceptable que trabajaran ayudando a sus maridos en las tareas del campo, o si eran solteras, como maestras o enfermeras, profesiones que parece ser no afectaban a su feminidad ya que se consideraban una prolongación de su función esencial de ayuda a los demás. Se trataba de alejarlas de las fuentes del poder económico que podría llevarlas a la independencia y al feminismo.
En los años 70, el incipiente movimiento feminista se va a revelar como una forma de dar respuesta a las necesidades de igualdad y libertad que se negaban a todos los españoles, pero de una manera especial a las mujeres por el hecho de serlo. Las reivindicaciones feministas van a requerir que las propias mujeres se organicen, en ocasiones desde dentro y otras veces desde fuera de los partidos que luchaban contra el franquismo, y que en muchos casos no eran conscientes de la discriminación estructural que sufrían sus compañeras por el hecho de ser mujeres y del machismo imperante en sus propias agrupaciones.

A principios de los 70 seguía sin ser posible el divorcio, y el adulterio continuaba siendo delito. Tampoco las mujeres podían comprar un piso y necesitaban el permiso del padre o del marido para cualquier gestión administrativa. Los anticonceptivos estaban prohibidos y abortar podía llevarte a la tumba o a la cárcel. Gays y lesbianas podían ser encarcelados por aplicación de la Ley de vagos y maleantes. Tras la muerte del dictador y la aprobación de la Constitución de 1978, la legislación española comienza a reflejar los avances en convivencia y tolerancia de la sociedad, así como un desapego creciente a la doctrina y a los dogmas de la Iglesia.

Todo ello a pesar de la oposición cerrada de los sectores más conservadores, con la jerarquía católica a la cabeza, que a través de movilizaciones, homilías y maniobras de todo tipo intentaban dificultar estos avances e influir en que la constitución y las leyes que se habían de aprobar, no se desviaran de sus intereses y de su profunda misoginia. La Ley del Divorcio, la del Aborto, la del Matrimonio Igualitario, aprobaron contando siempre con la frontal oposición de la Iglesia católica.

Las opiniones de la Conferencia Episcopal de defensa de los estereotipos de género más machistas, en contra de los avances del feminismo y las críticas feroces que el movimiento feminista les merece, son publicitadas por sus medios de comunicación, pagados con cargo a los presupuestos del estado y propagadas por el resto de medios y redes sociales, obteniendo una repercusión mediática inmensamente superior a los escasos fieles que asisten a sus homilías en los templos. Así a la sociedad española, cada vez más secularizada, se la mantiene permanentemente informada de que el aborto es un crimen execrable, la violencia machista es una consecuencia de vivir en pareja sin estar casados, el matrimonio homosexual va a acabar con la familia, la mujer debe casarse y ser sumisa y mostrarse lo más femenina posible, los argumentos para la huelga feminista chocan contra la esencia cristiana, la Educación para la Ciudadanía es un adoctrinamiento intolerable de nuestra infancia, mientras que la Religión Católica es imprescindible para su desarrollo como personas.

Todos los tibios intentos de los gobiernos más progresistas de reducir el horario de religión católica o restar financiación a los colegios privados católicos, se han dado de bruces con las airadas protestas de los obispos que han encabezado y convocado manifestaciones utilizando a las AMPAS de sus colegios privados, financiados con dinero público, para mantener su privilegio de adoctrinar a nuestras niñas y jóvenes. A través de asociaciones, sectas y organizaciones de todo tipo persiguen, atacan y denuncian a clínicas que practican abortos legalmente. Y en suma, utilizan todos los medios a su alcance para revertir los avances que en materia de derechos humanos se han conquistado a lo largo de estos años. Avances que suponen, especialmente, una enorme mejora de la situación de las mujeres en España y que claramente amenaza frontalmente los pilares de la patriarcal Iglesia católica.

En estos momentos en los que el movimiento feminista gana terreno entre las más jóvenes y se están implementando medidas para luchar contra la violencia machista y la brecha salarial y a favor de la paridad en los puestos dirigentes y políticos, es cuando nos encontramos a la jerarquía católica y al mismísimo papa Francisco denostando al feminismo y a las feministas, acusándolas de ser unas machistas con faldas y de querer propagar la que ellos denominan ideología de género, a la que llaman también ideología de la muerte y que consideran va a acabar con las familias y con la sociedad en su conjunto. La beligerancia de la Conferencia Episcopal Española les ha llevado a declarar que uno de los principales problemas de nuestra sociedad es el apoyo de los Gobiernos a las reivindicaciones del feminismo.

A ello se añade que la actual involución a la que nos quieren arrastrar los partidos políticos conservadores y de extrema derecha está inspirada por los argumentos y principios de la Iglesia católica. La misma Iglesia católica que en su día bendijo e inspiró al nacionalcatolicismo. Desde el rechazo a la asignatura de Educación para la Ciudadanía hasta cambiar la calificación de violencia machista por violencia intrafamiliar. O la estrategia de burla y humillación a las personas feministas, o el menosprecio y ridiculización de las políticas de igual[1]dad. Ya desde el pontificado de Juan Pablo II, la Iglesia católica, consciente de que las sociedades democráticas no ven con buenos ojos el sexismo descarnado, ha decidido crear un nuevo feminismo, un feminismo cristiano, que asume derechos formales para las mujeres pero cuya única motivación es contrarrestar los avances de la lucha feminista, del para ellos, feminismo malo. El esfuerzo realizado desde la primera mitad del siglo XX por actualizar su modelo de feminidad, ha permitido a las mujeres que se implicaran en la defensa del marco cultural católico y que se expresaran y desarrollaran fuera del hogar, eso sí, siempre y cuando fuera para defender la ascendencia social de la Iglesia y que no cayeran en las garras del Manifestación contra la ley del aborto, 2010. Foto de Cristóbal Manuel para El País.45 LAICISMO Cuaderno de laicismo III 44 Cuaderno de laicismo III Feminismo. Esta estrategia no puede hacernos olvidar que su concepción del papel de las mujeres sigue siendo el mismo de siempre, relegado al ámbito privado, como esposas y madres, auxiliares y ayudantes del varón, papel que no cesan de recordarnos en cartas, homilías y encíclicas.

La Iglesia católica, como todas las religiones, es muy consciente de que el feminismo es una amenaza a sus intereses y al mantenimiento de su poder. Solo un Estado laico libre de injerencias religiosas puede garantizar que podamos continuar avanzando hacia una igualdad real y efectiva, en España y en el mundo.

Alicia Alcalde Villares
Vicepresidenta de MHUEL y vocal de Europa Laica


El chantaje marroquí, algo más que una crisis diplomática. Daniel Bernabé

21/05/2021
El vídeo que 'Dina-mita' a Bousselham: Así apoya al sátrapa Mohamed VI,  pese a exigir el fin de Felipe VI - Periodista Digital

Las relaciones entre países siempre se establecen con una sonrisa en el rostro, un ábaco en la mano y un arma en la espalda. En un entorno capitalista la cuenta de resultados es el fin por el que se rigen las acciones, cualquier otra consideración resulta baldía. Que, en ocasiones, se imponga la sonrisa no es más que la habilidad para manejar el beneficio sin tener que recurrir a la fuerza, un método, la diplomacia, más que un fin en sí mismo. Suena desalentador para cualquiera que sitúe el humanismo como un principio irrenunciable, resulta tan peligroso como pueril situar los principios al margen de este contexto. Si queremos que el humanismo quede por encima de la cuenta de resultados no podemos pensarlo como una simple cuestión de principios.

La enésima crisis migratoria propiciada por Marruecos nos vuelve a mostrar lo peligroso de abandonar, también, la política internacional al libre mercado, como si el ansia por el beneficio fuera condición suficiente para que las relaciones fluyan amigablemente. Esta vez la excusa para que el régimen alauí desencadene un flujo masivo de inmigrantes a través de la frontera con Ceuta ha sido la decisión de prestar ayuda sanitaria en suelo español a un líder saharaui. Marruecos no sólo no se contenta con violar los derechos humanos y la soberanía en el Sahara, no sólo falta al respeto a la soberanía española sino que además utiliza a sus propios ciudadanos, y a otros inmigrantes africanos, como ariete para provocar una situación de caos directo en Ceuta e indirecto en la política española.

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Lo primero que hay que tener en cuenta es que un país aumenta su agresividad frente al considerado rival cuando percibe debilidad interna. Si la política migratoria no es una cuestión de Estado es susceptible de percibirse como un flanco desprotegido al que atacar y así conseguir sus objetivos. Marruecos utiliza el chantaje migratorio para evitar que España tenga una posición definida y favorable hacia la República Saharaui, para consolidar su papel de liderazgo en el Magreb poniendo en dificultades a un Estado europeo fronterizo y, en el plano largo, para afirmar su expansionismo con Ceuta, Melilla y las Canarias. En el ámbito económico, por otro lado, Marruecos presiona para obtener réditos directos, ejerciendo de guardabarreras subcontratado y en el indirecto esperando obtener beneficios comerciales para calmar la situación. Así ha resultado en las últimas décadas.

No se exige que la oposición no pueda ejercer su labor parlamentaria de control de esta situación como de cualquier otra. Sí parece conveniente que Pablo Casado no utilice de manera mezquina, como ya ha hecho, el chantaje marroquí como un elemento de desgaste: las primeras declaraciones del líder popular deberían haber sido un mensaje al régimen marroquí, no una andanada contra Sánchez, algo poco esperable teniendo en cuenta que Casado se estrenó electoralmente en 2018 copiando el discurso migratorio a los ultras. Tener un jefe de la oposición que piensa más en su futuro político que en el país, que cambia de rumbo dependiendo de los éxitos del ala trumpista de su partido, no pasa desapercibido fuera de nuestras fronteras. Mención aparte, como siempre, merece Santiago Abascal, que no ha perdido ocasión para montar un numerito tan oportunista como traidor e incendiario: el patriotismo también calculador.

El Ejecutivo de Sánchez ha tenido que desplegar al ejército para mantener la situación en Ceuta bajo control, lo que demuestra que el intento de calmar las aguas desde Exteriores ha sido del todo menos eficaz. La Casa Real presume de tener excelentes relaciones de amistad con Mohamed VI, lo cual, visto lo visto, ha resultado poco útil para un asunto como este. La comparecencia de Sánchez ha sido más dura de lo previsto, trasladándose a la ciudad autónoma y declarando la defensa de las fronteras como derecho irrenunciable. Aun así, el haber llegado a este extremo contrasta con la actuación en otros ámbitos de la política internacional española, especialmente la referida a países como Venezuela, los cuales no ejercen una política nociva para España pero que sin embargo son tratados con displicencia, paternalismo e injerencia.

La política migratoria, una que tenga como principio rector los derechos humanos, pero que se base en una capacidad real de absorción laboral de un país que atraviesa una crisis económica notable, no puede dejarse al azar. Da la sensación de que el miedo en el cortoplacismo electoral a decepcionar al electorado propio hace que nadie se atreva a plantear un gran acuerdo de Estado al respecto: estas son nuestras líneas, independientemente del partido en el Gobierno, y no las vamos a variar por un chantaje. Por desgracia, este planteamiento suena cada vez más a ciencia ficción en nuestro escenario político, agitado cada vez más por el populismo derechista.

La UE, que ha sido humillada por el turco Erdogan en ya unas cuantas ocasiones, se ha limitado a recordar a Marruecos que las fronteras españolas son fronteras europeas. El problema es que, en ocasiones anteriores, como en el caso italiano o el canario, da la sensación que la UE no da el valor debido a Frontex, que acude más como un bombero ante la catástrofe antes que como un organizador que se anticipe a ella y la evite: están en juego vidas. Contrasta, de nuevo, el lenguaje empleado por Josep Borrell, alto representante de la UE para Exteriores y Seguridad, en conflictos como el Ruso y el Bielorruso y su silencio cuando el conflicto ocurre en las fronteras españolas o, por qué no decirlo, en un país como Colombia. Haríamos bien en tener en cuenta que Bruselas, que parece un apéndice de Washington más que un socio, perjudica constantemente sus intereses cuando sólo se adapta al contexto internacional teniendo en cuenta los intereses ajenos norteamericanos.

Esos intereses, los de Estados Unidos, se concretan en que Marruecos es su principal comprador de armamento por varios miles de millones de euros apalabrados en esta próxima década: una de las últimas medidas internacionales de Trump fue reconocer las pretensiones del régimen alauí sobre el Sahara. España no puede responsabilizarse de la política marroquí que mantiene sumida a su población en la pobreza mientras que Mohamed firma la adquisición de los F-35, el más moderno avión de combate existente en el espacio OTAN. La solidaridad no puede ser el desahogo humanitario del expansionismo militar marroquí: costear con dinero público la ineficiencia en su control de fronteras mientras que se compra material militar no parece de recibo.

Por último, la izquierda adopta un cómodo pero ineficiente papel apelando a los derechos humanos. Como en otros muchos casos, los principios, incluso los irrenunciables, no pueden quedarse sólo en materia discursiva, sobre todo si queremos que se cumplan. No podemos olvidarnos que las monedas en este chantaje son personas, pero en este caso la izquierda no puede situarse equidistante en un conflicto “entre dos Estados”, cuando es una de las partes, la marroquí, la que azuza el problema.

Las apelaciones a la solidaridad tienen que tener en cuenta el contexto, uno donde quien emigra no siempre lo hace por propia voluntad, uno donde importaría más el desarrollo en las zonas de origen que los llamamientos a la acogida, uno donde se denuncian las catástrofes pero nunca se habla de las mafias de tráfico de seres humanos que las provocan, y uno donde pesa demasiado la desigualdad internacional pero donde, algunos Gobiernos, en connivencia con los europeos y norteamericanos, desprecian el bienestar de su población. Y ahí, por antipático que resulte de leer, la izquierda, tanto social como política, flaquea de propuestas concretas. Es hora de hacerlas, sobre todo si no queremos que los ultras rentabilicen la situación.

https://www.infolibre.es/noticias/opinion/columnas/2021/05/19/el_chantaje_marroqui_algo_mas_que_una_crisis_diplomatica_120660_1023.html


Estamos en el mismo barco y los almirantes nos quieren tirar al mar. Benjamín Prado

19/05/2021

Existe una idea filosófica llamada paradoja de Teseo, que plantea si una nave a la que se le han cambiado casi todas las piezas durante una larga travesía sigue siendo, al regresar al puerto, la misma que zarpó de allí para iniciar el viaje. También existe esa exaltación de los mecanismos democráticos que insiste en decir que todos vamos en el mismo barco y, en consecuencia, somos responsables de que no se hunda. Pero el neoliberalismo ha acabado con eso y aquí, en estos tiempos desalmados, cuando llega la tempestad unos se ponen a salvo en sus camarotes de lujo y a otros los arrojan al mar para quitarse un peso de encima. Las olas de la pandemia han sido terribles y ahora que la vacuna empieza a doblegarla, llega el momento de pasar las facturas y parece que hacerlo dejará con el agua al cuello a los remeros, no a los almirantes. Las subidas de impuestos dirigidas esencialmente a la clase media y trabajadora, la bajada de los sueldos, el cobro añadido de tasas como la que se proyecta imponer al uso de las autovías, el incremento de la tarifa energética y la transformación de los ERTE, que empezaban con e de espejismo, en ERE, que tienen en medio la erre de los recortes, ya están sobre la mesa. La banca siempre gana, porque es la dueña de la baraja, y también lo harán algunas grandes empresas que el Estado ha sostenido con dinero público y que ahora van a hacer el agosto con decenas de miles de despidos, contrataciones de personal a bajo coste, pago de sueldos miserables y, en privado, el argumento de fondo al que suele recurrir en estas ocasiones quien tiene la sartén por el mango, frente a quienes tienen la nevera vacía: si no te gusta o te parece insuficiente lo que te ofrecemos, ahí fuera están haciendo cola cientos de aspirantes a quedarse con tu puesto.

El Banco de España, siempre partidario de la ley del embudo, recomienda abaratar los despidos, aunque sin predicar son el ejemplo, dado que se ha dedicado a subir los sueldos de sus jefes y a triplicar las indemnizaciones que pagaba a sus antiguos directivos, y en sintonía con esa receta algunas grandes firmas de todos los sectores, incluidas las que han tenido beneficios, ya han planteado reducciones escalofriantes de sus plantillas, lo que convertiría la crisis surgida de la emergencia sanitaria, otra vez, en un gran negocio para los de siempre: al fin y al cabo, primero se han ahorrado muchísimo dinero gracias a las ayudas recibidas, ahora van a librarse de otra parte sustancial de sus gastos en personal y en un futuro inmediato, con un poco de suerte para ellos, recibirán de premio inyecciones económicas sustanciosas provenientes de los fondos de rescate que repartirá la Unión Europea entre los países que la forman, un capital que en Madrid, por ejemplo, ya se ha apresurado a proponer su flamante presidenta que sea gestionado por organizaciones privadas. Dos más dos es igual a tres con noventa para mí y diez céntimos para vosotros.

Que una buena parte de esas empresas, en algunos casos grandes multinacionales, hayan tenido pérdidas, nadie lo podría negar; que la financiación de las diferentes instituciones gubernamentales ha reducido drásticamente su caída, tampoco. Pero lo que se avecina es lo de siempre: un ajuste por abajo, que abaratará aún más la vida de quienes menos tienen y multiplicará los números azules en las cuentas de resultados de quienes lo acaparan todo. A mí me gusta mucho la metáfora del barco en el que vamos todos, es un ideal digno de ser defendido, pero me gustaría más que algún día fuese cierta. La democracia consiste en aceptar que a bordo hay capitanes y marineros, oficiales y tripulación, hay quienes se encargan de echar el ancla y quienes llevan el timón, pero también en exigir que cada una de esas personas pueda llevar una vida digna, que es lo que reclama cualquier sociedad justa. No puede ser que los platos rotos los paguen los que ya los tenían vacíos.

https://www.infolibre.es/noticias/opinion/columnas/2021/05/18/estamos_mismo_barco_los_almirantes_nos_quieren_tirar_mar_120612_1023.html


Ánimo, Israel. Antonio Maestre

17/05/2021
Imagen de la ofensiva israelí sobre Gaza.

Toni Cantó nunca ha sido muy inteligente, en su intento por lograr un cargo público bien remunerado nunca ha tenido los escrúpulos entre sus prioridades. Aun así, conociendo su afán por medrar, es un hombre que siempre puede sorprender por su capacidad para hozar todavía más en las entrañas de su miserabilidad. El chaquetero premium de la política nacional no pierde ocasión para enseñar hasta qué punto es uno de los personajes más despreciables en términos morales que ha dado la política en este país, no hay tema que ignore profundamente sobre el que no tenga que dar su opinión indecente. «¡Ánimo, Israel!», excretó en Twitter comentando una imagen de un bombardeo entre Israel y Hamás. Es un hooligan, inepto e ignorante, que jalea un conflicto que se ha llevado por delante la vida de decenas de niños inocentes palestinos mientras alienta a Netanyahu, como si se tratara de un partido de fútbol al que asistir cantando y animando con una bufanda anudada al brazo.

«¡Ánimo, Israel!», grita Toni Cantó. Pues esto es lo que anima. Ali Abu Hatab es un niño de 5 años que vivía en un campo de refugiados en Al Shifa, Gaza. Vivía, porque un ataque de la aviación israelí lo asesinó junto a casi toda su familia. Sobrevivió solo un bebé que ya no tiene a nadie. También fueron asesinados sus hermanos Bilal Abu Hatab, de 10 años, y Youssef Abu Hatab, de 11 años, y otros miembros de su familia como Yasmine Hassan, de 31 años. El ataque también se llevó por delante a Abdul Rahman Al-Hadidi, de 8 años, a Suhaib Al-Hadidi, de 14, y a Maha Al-Hadidi, de 36. Venga, Toni, vuelve a gritarlo, «¡Ánimo, Israel!», que son pocos niños asesinados. Entre las víctimas de los ataques estaban también Suheib, de 14, Yahya, de 11, Abdelrahman, de 8, y Wisam, de 6. Anímalos más fuerte, Toni, que aún pueden con más. Son un ejército poderoso con menos escrúpulos que tú, tienen capacidad para mucho más. Grita más fuerte, Toni. Esta semana los que tienen a Cantó como ‘supporter’ han matado a 39 niños. Pero matarán más, porque tienen el relato de su parte gracias a propagandistas pusilánimes y mezquinos como el fan del genocidio palestino.

Toni Cantó no es especial, es solo un pobre hombre que ha querido vivir bien sin hacer nada con el escaso talento que la vida le ha dado, y para eso no hay nada mejor que servir al poderoso. Ser siempre un arrastrado lacayo de quien tiene la fuerza para avasallar, amedrentar y aplastar al más débil. Forma parte de la clá que aplaude y anima al que desbroza vidas ajenas con la banalidad del que desde su torre de privilegios asiste al drama del pobre como si fuera una película o un espectáculo deportivo. Hace con Israel lo que haría con cualquier poderoso que aplastase al que menos tiene: es a lo que está acostumbrado a hacer, a ponerse del lado del matón en una pelea desigual. Toni Cantó es uno de esos aduladores babosos del poder que esperan ansiosos a que caigan algunas migajas del banquete que se dan los de arriba, solo necesita las sobras, las regalías del que desprecia al que le lisonjea con desvergüenza para que algún día le permitan compartir mesa como a un igual. El patetismo del que solo tiene como mérito el uso del lametazo.

La moralidad del político valenciano que cambia de partido buscando vivir del cuento es la de esa casta de mandarines que quedaron bien definidos en las memorias de José Manuel Caballero Bonald al referirse a los intelectuales que durante el franquismo fueron sumisos al poder para poder vivir bien, en paz y con jugosas ganancias. Algunos de esos personajes de la cultura que estaban acostumbrados a no perturbar el poder franquista para vivir como buenos burgueses realizaron una fiesta de agasajo a José Bergamín recién llegado del exilio. Arrimarse a los que fueron mejores para aparentar ser algo que nunca fueron y que se les pegara algo de un hombre comprometido. Comenzada la fiesta, y con esa desvergüenza grotesca y cobarde del que quiere oír aquello que jamás se atrevería a decir, le instaron a que despotricase contra el régimen. Bergamín contestó lo que podría servir de epitafio moral de la gente como Cantó: «Yo no hablo mal del señor delante de sus criados».

https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/animo-israel_129_7937524.html


El rey hacendoso. David Torres

14/05/2021
Juan Carlos I en una imagen de archivo.- EFE

En 1978, recién estrenada la democracia, el Ministerio de Hacienda intentó concienciar a la ciudadanía con un eslogan que sigue siendo el más recordado de su historia: «Ahora, Hacienda somos todos». Con lo cual quedaba demostrado que antes de 1978, pues mire usted, no. Naturalmente, nadie se tomó muy en serio la generalización, ya que un español, en cuanto lo incluyen en una primera persona del plural, sabe que la cosa no va con él. Además, desde tiempos prehistóricos estamos acostumbrados a que, en lo que toca a tributar, todos, lo que se dice todos, en realidad son los de siempre.

Como los españoles somos maestros en el arte del escaqueo y también en el del cachondeo, mucha gente no acababa de pasar por el aro fiscal y Hacienda decidió emprender una serie de escarmientos públicos, al estilo de los autos de fe en la plaza del pueblo y las ejecuciones públicas mediante el garrote vil. Puesto que se trataba de dar ejemplo, pudieron haber elegido a un arzobispo, un multimillonario o un miembro de la Casa Real, pero decidieron tirar la casa por la ventana y eligieron, entre otros, a Lola Flores, que tenía más caché y por algo la llamaban «Lola de España». Para hacer frente a los pagos, la artista llegó a pedir una colecta a nivel nacional por televisión, con lo cual se arriesgó a que Hacienda la denunciara de nuevo, esta vez por hacerle la competencia.

Poco a poco, al igual que íbamos tomando conciencia de nuestras obligaciones con Hacienda, la sociedad española se iba haciendo a la idea de que los borbones habían regresado para quedarse. Sólo les faltó publicar un eslogan con la leyenda «La Monarquía somos todos», pero para eso ya estaba el rey Juan Carlos. No se veía muy bien qué méritos había hecho el rey, aparte de ser rey y de ganar unas cuantas regatas, pero lo teníamos en todas partes: en los sellos de correos, en las pesetas, en los billetes de cinco mil y hasta en las monedas de euro, con lo que en seguida sobrepasó la estatura mítica de los más altos talentos de nuestra historia -Cervantes, Galdós, Rosalía de Castro, Manuel de Falla. Sonaba igual que el lema de los tres mosqueteros, todos para uno y uno para todos, pero sin la segunda parte.

Sin embargo, precisamente por ser más español que nadie, el rey Juan Carlos se ganó hace poco una sonora reprimenda de la ministra de Hacienda, quien tachó su conducta de «reprobable, reprochable y nada edificante», adjetivos que deslucen un poco la reverencia, la pompa y el boato con que siempre lo han tratado en España. Y ahora, por si fuera poco, le notifican una inspección fiscal para comprobar si son correctas sus dos últimas regularizaciones voluntarias, las cuales suman un total de más de cinco millones de euros incluyendo intereses y recargos. Qué barbaridad, la pasta que gana un rey, con razón me decían que estudiara para borbón, que como filólogo no iba a ninguna parte. Al menos el Emérito, al contrario que Lola Flores, ha tenido el detalle de no salir por televisión pidiendo una colecta para tapar el pufo, aunque tampoco le hacía falta. Hacienda somos todos otra vez, pero unos más que otros, está claro.

El rey hacendoso


Presos del hiperliderazgo. David Bollero

12/05/2021

Asistimos en los últimos tiempos a una expansión del hiperliderazgo en la política que ha terminado por hacer presos del mismo a los partidos e, incluso, a la sociedad. La exaltación -no siempre fundamentada- de líderes y lideresas cuestiona el trabajo en equipo y tira por tierra algunos de los principios más básicos del asociacionismo que, a fin de cuentas, es el origen de los partidos políticos. Dado que éstos no parecen estar en la senda del cambio en esa tendencia, ¿tenemos que cambiar como sociedad el modo en valoramos a nuestros representantes?

Tiene esta cuestión dos ópticas que corren en líneas paralelas, hasta un punto en el que cambian su rumbo y terminan por converger. Por un lado, la perspectiva interna de los partidos, y, por otro, la externa, de cara a la sociedad y el espacio electoral. Las formaciones políticas precisan de líderes, entendidos éstos como personas a las que se sigue, no a las que se obedece. Este, sin duda alguna, es uno de los primeros errores que acostumbran a cometer las formaciones, hasta el punto de que ha sido preciso inventar la disciplina de voto para, incluso, sancionar a quien no obedezca.

La falta de líderes y lideresas respetad@s en favor de personas que llevan las riendas imponiendo ha laminado la credibilidad de los partidos, incrementando la desafección política. Presenciamos primarias entre personas que supuestamente comparten unos mismos valores, que parten de una misma ideología y, en lugar de enriquecerse el debate interno del partido, se degenera en guerras intestinas por la conquista del poder. Ahora toca verlo en las primarias socialistas en Andalucía, en las que ya han comenzando ha lanzarse las primeras puyas, pero fuimos también testigos y testigas de ello en las del PP, Podemos o Ciudadanos.

Este empobrecimiento ideológico en los partidos termina consumiéndolos poco a poco y, cuando desaparece quien había asumido ese hiperliderazgo, la pobredumbre se evidencia en intentos de clonación del saliente sin aportar valor añadido o, por el contrario, en su misma negación, como si se hubiera padecido años de autoritarismo.

De cara al electorado, éste también ha quedado preso de este hiperliderazgo, moviéndose inspirado más en personalismos que en ideas y propuestas. Si atendemos a las últimas elecciones en Madrid, ¿habría conseguido el mismo resultado el Partido Popular (PP) si quien hubiera formulado el mensaje de cañas y libertad no hubiera sido Isabel Díaz Ayuso? Probablemente no; desde luego, no con la contundencia con que ha arrasado a sus rivales políticos. No sorprende ahora que Pablo Casado quiera extender el ayusismo al resto del partido.

En esta misma línea, la sociedad ha ido dejando atrás su capacidad analítica, sin ni siquiera mirarla por el retrovisor y, en ocasiones y conscientes de ello, los partidos mueven ficha. Así, dado el poco peso de Rocío Monasterio de cara al granero de votos de Vox, fue Santiago Abascal quien tiró de la campaña, hasta el punto de que en la presentación de la candidatura, ella apenas tuvo margen para dar las buenas tardes.

Las elecciones de Madrid constituyen un perfecto laboratorio en el que confirmar los males del hiperliderazgo, que tuvo uno de sus máximos exponentes en el modo en que Pablo Iglesias se vio obligado a acudir al rescate para que Podemos no desapareciera de la Asamblea de Madrid. Lo consiguió pero, tras su marcha y siguiendo su planteamiento inicial, ¿qué esperanza le resta a su electorado en Madrid considerando que el mismo equipo que provocó la situación que forzó la dimisión de Iglesias como vicepresidente es el que ahora vuelve a tirar de las riendas?

Por su parte, el caso de Ángel Gabilondo ilustra los efectos negativos del hiperliderazgo que padece un candidato. Él mismo se calificó de soso en un intento por anticiparse a lo que le aguardaba en campaña; su falta de carisma, su poco empuje y vitalismo comparado con el de sus rivales, ¿debería penalizarlo como, de hecho, lo ha penalizado? Huelga decir que el modo en que durante los dos años previos se había borrado de la oposición le ha pasado factura, pero no cabe duda de que no haber conseguido encumbrarse como el hiperlíder del PSOE madrileño -en el que no ha habido ninguno en tres décadas- fue determinante.

Dado que Gabilondo fue comparado con Biden, es lógico caer en la tentación de pensar que si el segundo triunfó ante Trump, podría haberlo conseguido el primero. No aplica la comparación: en primer lugar, porque la victoria de Biden se sustentó más sobre la base del voto contrario a Trump que a favor del demócrata. En el caso madrileño, votar contra Ayuso no tenía una única alternativa, como demostro el sorpasso de Más Madrid.

Por otro lado, sin ser un hiperlíder, Gabilondo también fue preso del hiperliderazgo al no contar con su particular Kamala Harris. Lo intentó con Hana Jalloul, pero ésta nunca tuvo ni oportunidad ni espacio para asumir el protagonismo de Harris en las presidenciales estadounidenses.

Tiene algo de aristocrático esto del hiperliderazgo que nos impide dar ese necesario paso atrás para ver analíticamente la escena política. Los distintos espacios electorales se han plegado tanto a estos personalismos que les rinden pleitesía, hasta el punto de que asumen los éxitos como méritos únicos de esos líderes y lideresas, mientras que los fracasos se desparraman por toda la formación (o culpabilizando a los medios).

Quizás sea hora de que la sociedad deje a un lado la emotividad, los cantos de sirena del carisma y preste más atención al mensaje que al emisor. Quizás va siendo hora de que los partidos tengan líderes respetados y no temidos, que se amplíe el abanico de portavoces con idéntica autoridad en el mensaje que transmiten, sin que sea necesaria una confirmación del jefe supremo. Quizás ha llegado el momento de que no sea tan importante quién sea la cara visible, que sea incluso irrelevante, frente a las respuestas reales a los problemas de la sociedad.

Presos del hiperliderazgo


Devoluciones ilegales de la UE provocan miles de muertes de refugiados.

10/05/2021

Varios estados europeos utilizaron operaciones ilegales para hacer retroceder al menos a 40.000 refugiados y solicitantes de asilo de las fronteras de Europa durante la pandemia de coronavirus, lo que provocó la muerte de más de 2.000 personas, según reveló un informe.

La investigación de The Guardian, que se basa en informes publicados por agencias de la ONU, combinada con una base de datos de incidentes recopilados por organizaciones no gubernamentales, describe las devoluciones como «una de las mayores expulsiones masivas en décadas».

«Los países europeos, con el apoyo de la agencia fronteriza de la UE, Frontex, rechazaron sistemáticamente a miles de refugiados, incluidos niños que huían de guerras, utilizando tácticas ilegales que iban desde el asalto hasta la brutalidad durante la detención o el transporte».

Malta se incluye entre los culpables mencionados en el informe junto con Grecia, Croacia, Italia y España, así como la agencia fronteriza de la UE Frontex.

Citando a investigadores de migración, el informe dijo que desde principios de 2020 las autoridades del gobierno de Malta utilizaron tácticas para evitar ayudar a los refugiados en peligro en el mar.

El informe también confirmó la estrategia del gobierno maltés de utilizar embarcaciones privadas para interceptar los barcos. La controvertida estrategia ha provocado el retorno forzoso de miles de personas a los centros de detención libios, donde enfrentaron torturas. Cientos se han ahogado cuando ni Libia ni Italia intervinieron.

Por su parte, Grecia ha hecho retroceder a más de 6.200 refugiados de sus costas en un contexto en el que el uso de violencia excesiva se ha convertido en «una normalidad».

Según datos de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), desde el inicio de la pandemia del coronavirus, las autoridades libias, con apoyo italiano, han interceptado y rechazado a unos 15.500 solicitantes de asilo a la capital libia, Trípoli.

Croacia, cuya policía patrulla la frontera exterior más larga de la UE, también ha intensificado la violencia sistémica y el rechazo de refugiados a Bosnia.

El Consejo Danés para los Refugiados (RDC) ha registrado a casi 18.000 refugiados rechazados por Croacia desde el inicio de la pandemia.

Los testimonios de refugiados muestran que han sido azotados, robados, abusados ​​sexualmente y desnudos por la policía croata. Algunos incluso fueron pintados con aerosol con cruces rojas en la cabeza.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2020 casi 100.000 refugiados llegaron a Europa por mar y por tierra en comparación con casi 130.000 en 2019 y 190.000 en 2017.

Fuente: The Guardian / IRNA